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X feat. Orquesta Pandroginia

from Ablaci​ó​n by pabloVostok

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lyrics

Al principio de mi vida soñaba con poder vivir algo que se relacionara con un repentino y violento cambio en el curso de la historia, que afectara la vida de las personas, que dejara secuelas que difícilmente se borraran, algo tan brutal o hermoso o absolutamente horripilante o groseramente horrible o extremadamente virtuoso y excelso o magnánimo que nada ni nadie pudiera quedar indiferente frente a eso. Mi deseo no era para mí, no quería ser reconocido o siquiera asociado con la ocurrencia imaginaria tal, sino por los efectos que éste tendría y por el poder ser parte de algo así de determinante (de nuevo, para mí, no para alguien más).

Hubo un punto donde me resigné a que mi vida nunca aspiraría a nada así (por una infinitud de razones que la verdad no vale la pena discutir ahora), y me obsesioné con el poder de la palabra frente a la acción, porque veía ahí una simbiosis entre el lenguaje y el actuar en la que se hacía casi imposible separar ambos. Ver una película sin diálogo, escuchar un diálogo sin escenas; a mi juicio era algo inconcebible. Contemplando el dominio y la influencia que las palabras ejercían sobre mí, como si de brujería se tratara, no pude sino resolverme a escribir, un algo, lo que fuera, que tuviera el mismo efecto de mi anhelo pasado. Una frase, un verso, una estrofa, una página, o más incluso, que fuera capaz de causar un impacto de proporciones catastróficas en el mundo interior de las personas, capaz de arrancarle el corazón a alguien, sin tremor, prisa ni remordimiento, sólo para luego tiernamente arrullarle antes de dormir, capaz de mostrarle a alguien sus deseos más profundos, ocultos y oscuros sólo para destruirlos y erigir monolitos nuevos en honor a eso de lo que rehuye, realizar un arma de desolación emocional masiva, violencia sentimental de alto impacto. Sabía que tal vez nunca podría escribir algo que llenara esas ansias de movimiento, efecto, impacto y desastre, pero con haber formado parte de algo así de monumental y excesivo a través de algo meramente escrito o hablado, habría pensado que podía morir feliz. Tal vez hasta el día de hoy creo que puedo morir sin ninguna inquietud, dichoso y satisfecho, de tomar parte de un acto de lenguaje así de poderoso.

Es por esa influencia que las palabras tienen en mis acciones y pensamientos que siempre he estado absolutamente aterrorizado de pronunciarlas, como si mantuvieran preso a mi corazón. En general pienso que, si no tuviera que hablar y usar mis cuerdas vocales de forma comunicativa nunca más, no sería algo tan negativo para mí. Definitivamente preferiría perder mi voz a perder cualquier otra capacidad que tengo o pudiera tener. Decir algo pareciera ser tan efímero y volátil, pero de forma similar a como las imágenes se quedan en la retina por varios instantes una vez que desaparecen del campo visual, las palabras siguen vibrando en mis oídos como ningún otro sonido es capaz, reverberando en las lóbregas cavernas de mi mente. Me obsesionaba la idea de que una oración o una frase, dicha en el momento y de la forma apropiada, podía cambiar muchas cosas en el mundo. Esa combinación bastarda entre fascinación y miedo me transformó lenta pero irreversiblemente en un ávido consumidor de diálogo. Conversaciones lejanas, películas, libros, chácharas triviales, complejas explicaciones, letreros en las calles, artículos de diarios y revistas, absolutamente todo lo que tuviera que ver con las letras para mí era como escuchar música o ver una pintura. Me torturaba de manera muy placentera preguntarme por los efectos que todas esas palabras tenían, tanto en la historia de la humanidad, como a pequeña escala en el día a día de cualquier persona; durante las noches me quedaba despierto pensando en las horrendas y hermosas posibilidades que una palabra podía generar. Hasta el día de hoy sufro, incluso en las conversaciones más mínimas, por escoger las palabras, elegir el tono, pensar las acentuaciones; me mortifica tanto la idea de usar algo tan constructivo y destructivo como el lenguaje que el silencio es mi apuesta más segura, el callar es mi idioma, la discreción mi tranquilidad y mi zona de confort; me he vuelto una mera reacción del lenguaje.

Este miedo y fascinación me despojó de mi cualidad de sujeto, de mi agencia y de mi capacidad de actuar hablando, y terminé por transformarme en un vehículo; un mero emisario, un receptáculo, el simple objeto reactivo a través del que el lenguaje, el verdadero sujeto en este entramado, se expresaba y actuaba. Traté de autoengañarme y personificar a ese sujeto, este fantasma dentro de la máquina de carne y órganos, convertirme en una prosopopeya perfecta de un artefacto vivo: fue un completo fracaso. Esta bestia indómita, violenta como un abrazo, elusiva como una mirada, múltiple y mutante, no acepta charlatanes y copiones de mala muerte, mucho menos uno cobarde y paralizado por el terror de un futuro incierto como yo. Las alimañas más letales huelen el miedo a kilómetros, pero el lenguaje lo percibe incluso desde antes que uno mismo lo vuelva consciente.

Nunca pude mirar al lenguaje frente a frente, mis incursiones en este campo de batalla resultaron tremendamente incapacitantes para mí. Tratar de prosopopeyizar mi existencia, devenir en el lenguaje encarnado, domesticar este amasijo palpitante de salvajismo y ferocidad, viviente y lleno de determinación, dejó tantas secuelas que nunca volví a ser el mismo, y eso me arrastró inevitablemente a la música, algo que desde un principio me pareció que podía darme el coraje de no tener que preocuparme nunca más por hablar, escribir, gesticular, comunicar. Me aferré a su ensordecedor silencio, su quietud de alto volumen, ilusamente pensé que ella podría hablar por mí, pero las cosas no funcionan así: para que el instrumento hable tengo que tener algo qué decir en primer lugar.

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from Ablaci​ó​n, released October 29, 2021
Sintes y ruidos - Orquesta Pandroginia

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pabloVostok Santiago, Chile

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